martes, 22 de marzo de 2011

El auto - ensayo

Cuando leo, escucho o recuerdo mis años jóvenes, llego a una conclusión terrible: No hay más incómodo que garchar en el auto. El que dice que le gustó el garche en el auto es porque tiene gustos raros o es contorsionista o tiene una Renault Traffic.
A todos nos tienta el hecho de hacerlo en la vía pública, que nos puedan encontrar, que nos vean disfrutar. Pero en un auto no hay forma de encontrar una posición cómoda. Las veces que lo hice, de pendejo obvio, terminé contracturado. Me terminó doliendo todo. Me han golpeado la ventana. Esta situación hace que te vistas o te pongas presentable en un segundo y pienses que no se dieron cuenta de lo que estabas haciendo. Porque convengamos que en el auto no se coge en bolas.
¿Quién no tuvo un fracaso en un auto?
¿A quién no le sacaron la mano?
¿A quién no se le bajaron de un auto?
Mi gran fracaso en un auto se dió hace varios, varios años.
Pasé a buscar una niña por su hogar, dulce hogar, que quedaba en el gran Buenos Aires. La, en ese momento, estimada sube al coche y emprendemos viaje. Estaba todo dicho, no había mucho para desarrollar, al instante nos estábamos besando. Debo haber avanzado unas cinco cuadras y detengo el vehículo (frase policial) en una zona, llamémosla, oscurita. Hoy no voy ahí ni de día.
El juego empezó como de costumbre, besos van, besos vienen....
Mis habilidades circenses (nulas) hicieron que al ratito este refugiado en el piso del asiento del acompañante, arrodillado, pecebreando a lo pavote. (Como me gusta pecebrear y eso que soy judío). Mi espalda ya estaba contracturada, pero no podía abandonar y no abandoné. Bendigo a la amiga que le recomendó a ella que se ponga ese vestidito, con jeans hubiese sido imposible la acción.
Una vez concluído el asunto, ¿lo lógico que sería? Obviamente, la retribución de gentilezas. Acá empezaron los inconvenientes. Luego de varios intentos, me dí por vencido y no logré que me toque un pelo. Si, leyeron bien, no me tocó un pelo luego de que yo me contracturara todo para darle placer a ella.
Mi enojo hizo que la noche termine en ese momento. Cinco cuandras para atrás, saludos de rigor y de vuelta a casa.
Imaginarán el tamaño de mis miembros ovalados. Explotaban. No aguantaba llegar a mi casa para desagotar.
Y si, fue la primera vez que me toqué manejando (hubieron mas, obvio). Comencé a cascarme y el final llegó en un lugar espectacular! Acabé arriba del Puente Pueyrredon! Ese que une Avellaneda con la Capital. Creanme que ni el olor del Riachuelo pudo hacer que yo no termine con mi labor manual. Se preguntarán como me limpié. En esa época juvenil, todavía usaba los calzones Eyelit con toallita, una garantía de limpieza!
Debo confesar que esa práctica no se convirtió en una costumbre, pero lo he experimentado en otras ocaciones.


Saluda atentamente, @augustogloop